Una calle de la zona medieval del casco antíguo de Aínsa (Huesca). Agosto 2009.
Una higuera pretende crecer en la pared de una casa.
Debía ser la única calle por la que no pasaba gente, despues de ir dos veces de vacaciones ( 2 veces de vacaciones en 7 años) a esta zona de Huesca ( Sobrarbe) no habiamos visitado una de los lugares supuestamente más representativos, la villa medieval de Aínsa, la razón es muy simple, si vamos de vacaciones al lugar más tranquilo que se me ocurre, en alta montaña, rodeados de verde y de silencio la opción de hacer colas de coche, buscar aparcamiento y pasear entre cientos de personas ansiosas por comprar un recuerdo, entrar a las tiendas o tomarse una cerveza en plena plaza de armas del castillo medieval es una opción muy poco apetecible para nosotros.
Es cierto que el lugar es muy bonito y podría serlo mucho más sin las anacrónicas terrazas de bar en medio de las casas medievales. Lo peor es que había tanta gente que era imposible hacer una foto en la que no salieran personas en chanclas.
Cumplida la visita huimos de allí estresados y casi de mal humor, menos mal que un chapuzón en las frías aguas de río Ara nos devolvió a la calma y la serenidad.
Una higuera pretende crecer en la pared de una casa.
Debía ser la única calle por la que no pasaba gente, despues de ir dos veces de vacaciones ( 2 veces de vacaciones en 7 años) a esta zona de Huesca ( Sobrarbe) no habiamos visitado una de los lugares supuestamente más representativos, la villa medieval de Aínsa, la razón es muy simple, si vamos de vacaciones al lugar más tranquilo que se me ocurre, en alta montaña, rodeados de verde y de silencio la opción de hacer colas de coche, buscar aparcamiento y pasear entre cientos de personas ansiosas por comprar un recuerdo, entrar a las tiendas o tomarse una cerveza en plena plaza de armas del castillo medieval es una opción muy poco apetecible para nosotros.
Es cierto que el lugar es muy bonito y podría serlo mucho más sin las anacrónicas terrazas de bar en medio de las casas medievales. Lo peor es que había tanta gente que era imposible hacer una foto en la que no salieran personas en chanclas.
Cumplida la visita huimos de allí estresados y casi de mal humor, menos mal que un chapuzón en las frías aguas de río Ara nos devolvió a la calma y la serenidad.
